Jorge Zepeda Patterson
26/09/2012 - 12:01 am
El Imperio contraataca: embestida a las redes sociales
¿Se pueden controlar a las redes sociales en materia de información y espacio crítico y de denuncia? No. ¿Se les puede desprestigiar? Sí. Y justamente me parece que esa es la tarea silenciosa que estamos presenciando de manera cada vez más intensa. En las últimas semanas se aprecia una crítica en crescendo de parte de […]
¿Se pueden controlar a las redes sociales en materia de información y espacio crítico y de denuncia? No. ¿Se les puede desprestigiar? Sí. Y justamente me parece que esa es la tarea silenciosa que estamos presenciando de manera cada vez más intensa.
En las últimas semanas se aprecia una crítica en crescendo de parte de algunos conductores de televisión y columnistas de periódicos a la estridencia, falsedad y distorsión de la información que corre en las redes sociales. Un argumento parcialmente correcto. Lo que no dicen es que hay mucha información que solamente corre en el espacio digital, que no es publicada en los medios de comunicación desde donde hablan y escriben estos críticos de las redes.
Y es que la experiencia que han dejado las últimas elecciones es categórica. Las maquinarias electorales fueron incapaces de controlar los tuits y los blogs, con los mecanismos tradicionales con los que solían manipular o acotar a los medios de comunicación. Una y otra vez los tuiteros se convirtieron en la peor pesadilla de los candidatos, desde el cuchi cuchi de Josefina Vázquez Mota hasta los hábitos de lectura –inexistentes– de Enrique Peña Nieto. Las viejas estrategias de control de daños que se aplicaban en noticieros y periódicos, se estrellaron frente al enorme océano indiferenciado, caótico y libre del universo digital.
La pregunta que se hacen los estrategas cercanos a Peña Nieto es ¿cómo va a gobernar, difundir mensajes y construir una imagen presidencial, cuando el interlocutor no es uno sino millones de ciudadanos cada uno con voz propia?
Todo indica que la respuesta será en tres frentes. Dos inmediatas y una a mediano plazo. Por un lado, establecer sus propias plataformas para incidir en la “conversación” pública de las redes. Durante las elecciones ya lo intentaron los partidos políticos de manera burda y apresurada, con escaso éxito. En la mayoría de los casos los internautas detectaron y exhibieron el trabajo de las brigadas priístas, panistas y lopezobradoristas en sus esfuerzos por generar trending topics.
Pero podemos estar seguros que en el futuro estos esfuerzos serán mucho más sofisticados y difíciles de detectar. La tarea de influir y manipular a las redes por parte de las instituciones apenas comienza.
Lo que está más avanzado es la segunda línea de contraataque: el desprestigio de las redes como fuente de información. Justamente a esa tarea se están aplicando algunos colegas periodistas y analistas desde hace algunos días. La lógica es vieja aunque dirigida a una nueva plataforma: si no puedes controlarla, destrúyela o, por lo menos, deshónrala.
La tercera es, en el fondo, la más peligrosa. Los intentos institucionales de acotar la libertad de los mensajes publicados en las redes. Y no me refiero al hecho de que cada vez es más difícil colocar comentarios “del lector” en los principales portales digitales de los medios (lo cual, de por sí, ya es notorio).
Me refiero a los intentos de legislar e introducir candados en la libertad para publicar y consultar mensajes en las redes sociales. Los pretextos son varios: seguridad de datos en materia de privacidad digital; impedir la circulación de información falsa capaz de generar inestabilidad social; evitar la difamación.
Los políticos coquetean con diversas fórmulas para introducir normas que acoten la libertad de expresión en las redes sociales.
Como se recordará, en agosto del año pasado autoridades de Veracruz fincaron auto de formal prisión a dos tuiteros, Gilberto Martínez Vera y María de Jesús Bravo Pagola, porlos delitos de terrorismo y sabotaje, luego de que ambos habían advertido que el crimen organizado podría atacar escuelas en aquella entidad. Nunca se dieron tales ataques, pero el juez consideró que el daño calificaba como un sabotaje terrorista, castigable hasta con 30 años de cárcel. La repulsa nacional fue de tal magnitud frente a este desproporcionado intento de represión, que el gobierno de Javier Duarte prefirió darle carpetazo al asunto.
Meses más tarde el mismo gobierno estatal intentó colar una ley electoral que impediría criticar a partidos políticos y candidatos durante las campañas. Una vez más, las críticas (sobre todo en las redes) obligaron a eliminar tales pretensiones.
Hoy algunos legisladores priístas exploran maneras de establecer normas a la conversación en las redes. Obviamente intentan pavimentarle el camino al gobierno peñanietista y su preocupación en esa zona minada que es el ciberespacio. Ya veremos con que ocurrencia jurídica nos salen al final de sus exploraciones.
Mientras tanto, la comentocracia ligada al sistema ya comenzó a hacer un trabajo de zapa para desprestigiar la conversación pública en las redes. ¿Lo has notado? Cuando detectes alguno, haz patria: menciónalo en algún tuit.
@jorgezepedap
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